Se me cayó un mito

Hace nada fui a una tienda pequeña, antaño todo a 100 y me pasó algo muy fuerte. En unos segundos se creó para mí un mito, el dueño de la tienda por como trataba a los clientes, con familiaridad, simpatía, todo un señor comerciante de los de antes. Y en el mismo tiempo, unos segundos se me cayó ese ídolo recién creado. Fue cuando, estando yo esperando a que el buen tipo terminara con la de delante, y espiando como él conversaba con las clientas de edad avanzada como si fueran amigos de siempre, y conmigo también (¿que quiere, joven?) pues en ése ambiente agradable una de ellas le pregunta cuánto cuesta eso de ahí, señalando un bote de desodorante. Yo me adelanté en mi mente porque ése en concreto, el amarillo de heno de pravia en spray lo he visto en muchos sitios a un precio entre 1,80 y 2,20 euros. Cuando el bondadoso señor dueño le respondió a la amiga 3,70 euros como si nada, como quien dice la hora se me cayó el mito alzado un instante antes.

Todavía lo estoy flipando, dos días después. Más del doble que en el supermercado que está justo al lado -1,80- y cerca del doble que en cualquier Carrefour -2,20-. Son cifras que hoy día se me antojan no demasiado caras para un desodorante, en pesetas más o menos costaban lo mismo en 2001. Pero alguien ha decidido pasar de redondear al alza a ladrón impune, ponerlo a 3,70 y encima el robo lo presenta envuelto en amistad con las ancianas y colegueo con los jovencitos.

Eso diría que es un atenuante, pero lo que más me asombra y es lo que me tiene flipado aún es lo impasible de su rostro y voz cuando dijo el precio, un artista soltando bombas suavemente y esperando no haber dado con una de esas viejas que sí ha aprendido a hacer cálculos mentales y que además haya visto como yo el mismo artículo a la mitad en los demás comercios cercanos.

Estaba yo dispuesto a soltarle un ya te vale, sinvergüenza cuando la mujer le devolvió el bote y le dijo que cuando gaste el desodorante que tiene en casa ya volverá. Parece que a la clienta de hoy le ha parecido caro, y se fue sin decirle a él ni a mí hasta donde alcanzaban sus conocimientos. A lo mejor le pareció cara la cifra sin más.

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