Ahí está. Esperando que lo cojas y lo leas. Es ese libro que ves claramente, en la estantería acumulando polvo mientras tecleas. Sabes que es bueno, ya lo leíste hace ¿cuántos años? Muchos, tantos que piensas que es hora de echarle otro vistazo, con la seguridad ésta vez de que te va a gustar. Pero cuesta dar el último paso y mover el culo y estirar el brazo y empezar a leer.
Sabes igualmente que cuando empieces lo devorarás en tres días como ha pasado con otros, las dos o tres ocasiones que al año te molestas en hacer la operación tan difícil anteriormente descrita. Una vez puesto al meollo ya es todo balsa sobre aceite, pero cuánta pereza da ponerse al asunto.
Además es un clásico, siglo y medio hace lo menos que fue escrito por alguien brillante que encontró la fuerza y la constancia de escribir vete a saber en qué condiciones, pobreza, guerras, el mundo entonces estaba muy chungo. Y lo hizo, el autor lo escribió entero con la valentía que a tí te falta para leerlo con todas las comodidades para leer que disponemos hoy en día. Venga, Kilimanjaro, da un saltito, deja la pantalla un rato y honra al escritor que tantas aventuras te ofreció en la infancia y ésa en concreto que es de tus favoritas.
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